Recién llegados a Bogotá, mi familia y yo vivíamos en una casa en el barrio Teusaquillo, era una casa medio antigua con el estilo típico de ese barrio, casas como tipo inglés decían, no lo sé. En ese tiempo, (yo tendría como 12 años) salíamos a jugar a la calle, no recuerdo mucho a qué jugábamos, pero era normal jugar afuera, todos los niños lo hacían.
Un día, mis hermanos y yo, estábamos en la calle y mi mamá no estaba en la casa, mas temprano cuando ya salía le preguntamos para donde iba y nos contestó como muchas veces, –a contar los frailes–, esa respuesta nos dejaba siempre sin saber qué significaba y en realidad donde era ese lugar.
Pienso ahora que yo no le habría podido contestar eso a mis hijos, "voy a contar los frailes", los niños de ahora no tragan entero, Sebastián me habría cuestionado hasta el cansancio y habría reclamado por una respuesta lógica, y Valentina habría buscado en Google y habría investigado hasta declarar, "mi mamá está loca".
Pero en realidad mi mamá sí estaba loca, pero no loca de estado mental, si no mas bien loca de personalidad, por eso esa tarde cuando estábamos jugando, vemos de pronto que por la calle 37 subiendo desde la 19, venía un séquito de personas cargando unos objetos. La caravana parecía una fila de viajantes que llevan la carga de un safari, mi mamá venía al frente, dirigía la "expedición", lo que traían era un comedor, un comedor que había comprado en el Parkway (es decir en la calle) y el vendedor y media docena de ayudantes traían a mi casa los muebles callejeros.
Así de esa forma hacía las cosas mi madre, así fue como llegó a nuestra vida LA MESA.
Es que se volvió importante la dichosa mesa, servía lógicamente para sentarse a comer, servía para hacer tareas y trabajos y servía de mesa de pinpón. Pasaron los años y "la mesa" fue siempre importante, con el cambio de casa fue comedor en la cocina, después sirvió para amasar y hacer empanadas, en fin, resultó bastante fina la mesa comprada en la calle. Sólo salió de nuestras vidas cuando mi mamá murió, mis hermanos y yo sabemos exactamente lo significó LA MESA en nuestra historia.
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lunes, 18 de mayo de 2020
jueves, 14 de mayo de 2020
EL SILENCIO DEL DÍA 54
SEBASTIÁN ARANGO @sebastianarangoart |
Observo este cuadro de Sebastián y me produce muchas sensaciones que me conectan con la actual realidad, ¿la mujer esta leyendo tranquila? Puede estar escondida en su lugar favorito, tiene el libro abierto sobre sus piernas pero tal vez está con su mente vagando por otros rumbos o simplemente se fugó por esa pequeña ventana, pero en todo caso no tiene prisa, ninguna prisa.
Por estos días me he acostumbrado al silencio, pasan pocos carros y el ruido ensordecedor ya no se escucha, trato de no poner ni música, ni televisión en gran parte del día. Es un silencio adictivo, una tremenda tranquilidad mentirosa, una tranquilidad con la vida suspendida y con todos los interrogantes pesando en el alma.
Muchos de nosotros soñábamos con tener esta calidad de tiempo en serenidad, poder hacer lo que "quisiéramos", pero ahora sabemos que no es así de fácil, somos habitantes de nuestro tiempo, con afanes, preocupaciones, necesidades, deseos y sueños.
Los temores nos inundan en estos silencios, el temor a quedar en la nada, temor a que nuestros trabajos y nuestras carreras se esfumen, no saber por donde comenzar de nuevo, no tener como construir los nuevos sueños.
No soy la típica ama de casa que está todo el día limpiando y ordenando, sólo me permito un par de horas al día para los trabajos domésticos, porque necesito la tranquilidad para mis diseños, para mis clases, para mi lectura y sobre todo necesito el silencio para oír los latidos de mi corazón.
sábado, 9 de mayo de 2020
VOLVER
Me encanta la palabra volver, en mi vida casi siempre ha tenido una buena connotación, como cuando volví a Chile después de una infinidad de años. Cuando finalmente volví a pisar mi tierra, la sensación fue muy emocionante...por fin, volví. Volver, es un verbo que me gusta conjugar, casi siempre vuelvo sólo a los tiempos y lugares felices .
Volver a mi tierra, volver a ver a mi mamá (imposible), volver a esa playa en un rincón de Colombia, volver a ver a mis hijos (la felicidad completa), volver a soñar... Por eso ahora sé, con seguridad que voy a volver.
En estos desquiciados tiempos en que hemos obedecido al quedarnos encerrados tantos días (hoy cumplimos 51 días de cuarentena obligada), todo el mundo habla de reinventarse y de la "nueva normalidad", yo hablo de volver. Cuando el encierro pase, nos vamos a dar cuenta que la pandemia seguirá, al virus le da lo mismo que estemos encerrados, o no, seguiremos contagiándonos de esta o de alguna otra enfermedad, pero yo me rehuso a la nueva normalidad, yo aviso desde ahora, que en cuanto se pueda, voy a VOLVER.
Voy a volver a abrazar a mis hijos, voy a volver reunirme con mis amigas y las voy a saludar con un gran abrazo, voy a ir a tomarme un cafecito, un vino o un Gin and tonic, voy a invitar a mis amigos a mi casa, voy a volver a ver a mis hermanos, voy a volver a la feria artesanal o del libro, voy a volver a ver fútbol y voy a volver a trabajar.
Tal vez haya aprendido algunas cosas con el encierro, no tengo idea si voy a ser mejor persona, me quedan dudas sobre los cursos que estoy haciendo, lo único cierto es que si sobrevivo (si claro, me podría contagiar) quiero volver a mi vida, con mis sueños renovados y a recomenzar a luchar por ellos.
Así que sólo espero la orden, la desobediencia civil o el milagro de "la virgen de Chinquirá" para volver, si volver.
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